Con estas palabras, la misma noche en la que su país declaró la guerra a Alemania, el 4 de agosto de 1914, el ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, Edward Grey, analizaba lo que estaba a punto de acontecer en su continente, la Primera Guerra Mundial. Y, como bien sabemos, este no se equivocó en sus funestas predicciones.
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Una visión general de la Primera Guerra Mundial
Los historiadores suelen dividir la época Contemporánea en dos grandes fases. La primera, el Largo Siglo XIX, se inició, en el plano político, con la Révolution Française, y en el económico, con la Revolución Industrial. La segunda, en 1914, mediante una gran guerra de dimensiones desconocidas hasta la fecha que acabó con el status quo de la precedente.
Europa no había vivido ningún conflicto de estas magnitudes, en el que participaron casi todas las potencias del continente, desde las incursiones napoleónicas. Tras las mismas, podemos destacar el breve conflicto que opuso al imperio ruso con Francia y Gran Bretaña (Crimea, 1854-56) o la contienda pruso-francesa (1870-71). También merece una mención la guerra entre Japón y Rusia de 1904-05, al otro lado del mundo.
En 1914 explotó una guerra en la que participaron todas las potencias europeas, sumándose los territorios de ultramar controlados por estas (Australia, Canadá, y numerosos países africanos o asiáticos como China e India). Por su parte, los únicos países europeos no beligerantes fueron Suiza, España, los Países Bajos y los Escandinavos.
Pero las dimensiones fueron mucho más allá de sus numerosos contendientes. El verdadero impacto radicó en la ingente cantidad de víctimas mortales de la misma, con sus más de 10.000.000 de muertos. Brutal número de bajas que nos deja con la boca abierta si lo comparamos con la guerra más mortífera acontecida durante todo el siglo anterior. Y no es para menos, puesto que en esta se contabilizan «solo» unos 150.000 fallecidos (guerra franco-prusiana).
Esta escueta mirada al pasado nos abre grandes interrogantes. El primero, y más importante de ellos, ¿qué aconteció en la Europa de finales del XIX y principios del XX para que medio mundo intentará aniquilar al otro medio, y viceversa?
El colonialismo, o la carrera por el control del mundo
A lo largo del último tercio del S.XIX, Francia e Inglaterra, seguidos por casi todos los países europeos, empezaron a ocupar buena parte de los territorios del mundo. Esta fue una suerte de carrera que tenía por objetivo constituir el mayor imperio colonial del momento.
El objetivo principal del imperialismo europeo era abastecer las cuantiosas demandas de materia prima y de mano de obra barata necesarias para alimentar la revolución industrial (que se hallaba en su segunda fase). Pero no era el único. Hay que sumarle la necesidad de encontrar nuevos mercados y espacios en los que asignar el excedente de su producción y de su demografía.
El problema vino dado en la demora de los alemanes en todo este asunto. Estos, más pendientes en la revolución política acontecida en el seno de su territorio, la unificación de los estados germánicos, tardaron demasiado en ocupar nuevas colonias que explotar.
Pero los germanos también ansiaban su parte del pastel. Con este fin llevaban ya varios años reclamando más territorios en África, pero estos se hallaban bien controlados por galos y británicos. Ante esta nueva intromisión colonialista, que producía cada vez más fricciones entre los países europeos, Francia y Gran Bretaña, en 1904, decidieron pactar el fin de las agresiones y hacer un frente común en forma de alianza militar que pronto contó con el apoyo de los rusos. Se creó de este modo la Entente Cordiale, preámbulo de la Triple Entente.
Por su parte, alemanes, austro húngaros e italianos se habían aliado, por esos mismos motivos, desde la década de los 80’, confeccionando la Triple Alianza. Todo estaba ya dispuesto para la guerra.
Conflictos en Europa con aires de revanchismo
Las disputas fronterizas no sólo acontecian en las colonias, sino también en suelo europeo. Por un lado, los franceses habían perdido, en 1871, los territorios de Alsacia y Lorena a manos de los germanos.
Por otro, la disolución del imperio otomano al este del continente estaba fraguando el caldo de cultivo propicio para la explosión de una guerra. Tras el retroceso turco en los Balcanes, toda una amalgama de nacionalidades estaba resurgiendo en forma de estado-nación independiente. Hasta entonces, griegos, eslavos, búlgaros, rumanos, o serbios, entre otros, estaban supeditados al inmenso imperio. Pero estas nuevas naciones se hallaban rodeadas por dos colosos, el imperio ruso y el austro-húngaro. Y ambos, que querían tener una entrada directa al mar mediterráneo, tenían el objetivo de someterlos o tutelarlos.
Aprovechando la coyuntura, y las difusas fronteras de la zona, los austro húngaros tomaron Bosnia en 1908. Por su parte, los griegos se expandieron más allá de sus fronteras y los búlgaros se independizaron mediante ayuda rusa. Estos últimos se habían autoproclamado, como buenos ortodoxos y eslavos, protectores de los Balcanes, a sabiendas de que los austriacos controlaban importantes enclaves eslavos tales como Bohemia o Polonia.
El avispero de los Balcanes fue de nuevo zarandeado en 1911 y 1912, cuando las guerras enfrentaron a esas nuevas potencias independizadas en contra del envite otomano, para luego luchar entre sí por el reparto de las tierras conquistadas por la Liga de los Balcanes (alianza militar de las naciones de la zona en contra de los turcos) durante el conflicto.
Solo faltaba prender la mecha de los Balcanes y esta haría explotar la Gran Guerra, el 28 de junio de 1914, tras el asesinato, en Sarajevo, del archiduque y heredero del trono Austro-húngaro, Francisco Fernando.
Fricciones entre los bloques de alianza
Pocos antes de la explosión de la Primera Guerra Mundial, las tensiones aumentaron entre los dos bloques, sobre todo en el norte africano y el mediterráneo.
La crisis de Marruecos
El primero de esos focos fue la crisis marroquí. Alemania no permitió que Francia controlara todo ese territorio y durante el tratado de Algeciras (1906) se dividió el país africano en dos. De este modo, se concedió una parte del territorio a Francia y otra a España, dividiendo el país en dos Protectorados.
Tras una crisis, en 1911 se produjo una revuelta en Marruecos. Este hecho obligaría a ambas potencias a mandar a sus ejércitos para restablecer la autoridad del sultán. Y, con el pretexto de defender a los comerciantes germanos, Alemania apostó un buque en el puerto marroquí de Agadir. Esta acción fue interpretada como hostil por los galos, recelosos de que los alemanes instalasen una base militar en dicho puerto. Rápidamente Gran Bretaña se posicionó en favor de Francia, y Alemania dejó de lado sus pretensiones a cambio de una parte del norte del Congo.
La Guerra de Libia
Por su parte, los italianos y los turcos se enfrentaron en la Guerra de Libia. Esta se saldó con la victoria de los primeros y supuso la conquista de Libia e islas del Egeo. Los turcos, que ya habían perdido casi todos sus territorios europeos, salvo Tracia oriental, se acercaron a los austro húngaros, estos últimos recelosos del control ruso e italiano sobre esos territorios.
De este modo Europa se dividió en dos bloques, la Triple Entente confeccionada entre franceses, rusos e ingleses desde 1907, y la Triple Alianza, con alemanes, austriacos e italianos. Aunque los últimos pronto saldrían de la alianza, en búsqueda de las tierras del sur alpino, controladas por los austro húngaros, y los turcos tomarían su lugar. El continente se preparaba para la gran contienda.
La Primera Guerra Mundial se acerca
Esta etapa prebélica no solo vio germinar la crecientes tensiones entre los dos futuros bandos enfrentados, sino también un apogeo hasta ahora desconocido del desarrollo tecnológico y científico en manos del aparato de guerra, junto al fanatismo patriótico.
Desde mediados del S.XIX, un gran espectro tecnológico y científico evolucionó de manera más que palpable. La química vio nacer el TNT o la pólvora blanca, entre otros. La metalurgia había confeccionado cañones con alcances de hasta 10 kilómetros, junto a la ametralladora y los armas de repetición. Pero no solo las armas de tierra evolucionaron, también las navales y las de aviación (terreno bélico aún por explorar). El carbón dejó paso al petróleo, y la telegrafía sin hilos apareció. Se calcula que el 10% de la mano de obra europea trabajaba a servicio de la industria militar.
Por otro lado, la prensa amarillista y sensacionalista tenso más si cabe la situación, siempre con un discurso beligerante y de indignación frente al adversario, avivando el fanatismo patriótico y la enemistad entre los pueblos europeos. Crearon un monstruo que ni ellos mismos supieron vislumbrar, viendo la poca importancia que dieron, en un principio, al magnicidio que se efectuó en Sarajevo.
A ello se le suma el fuerte adiestramiento social mediante el servicio militar obligatorio, y la evolución, por casi toda la cartografía europea, de las redes ferroviarias para el movimiento del ingente número de soldados y maquinarias de guerra de las potencias europeas.
El 28 de junio de 1914, tras el asesinato del heredero austriaco en Sarajevo, las cartas ya estaban echadas. La Gran Guerra sacudió Europa, pasando a la historia por una de las guerras más temibles y recordadas de los anales.
Los líderes de la Primera Guerra Mundial
Cabe destacar que una buena parte de los contendientes de la Gran Guerra tenían lazos de sangre entre sí. Este curioso hecho se remonta a la denominada abuela de Europa, Queen Victoria, fallecida a principios del S.XX. Tanto el kaiser Guillermo II, como el zar Nicolás I y el rey Jorge V eran primos. Además de que estos dos últimos tenían una fisonomía más que semblante.
Guillermo II era víctima de una hipotrofia en su brazo izquierdo debido a unas complicaciones durante su parto. Minusvalía que le inmovilizaba su brazo y que, para muchos historiadores, fue el causante de su beligerante carácter. Como bien lo describió su abuela, la reina Victoria, era “un joven impulsivo, vanidoso y obstinado”, que además nunca tuvo muchas simpatías por su familia británica. Odio que fue aumentando tras verse rodeado con la confección de la Triple Entente.
Austro-hungría se hallaba gobernada por un viejo emperador, Francisco José I, cuyo heredero era su sobrino, Francisco Fernando, ya que tanto su hijo como su mujer, la famosa emperatriz Sissi, habían fallecido. Uno por suicidio, la otra asesinada. Este gobernaba un inestable imperio que aglutinaba toda una serie de nacionalidades en lucha perenne por su independencia.
Nicolas II regía también un imperio decadente, al que ya se le vieron las costuras en 1905 y con un paupérrimo desarrollo industrial, cuyo heredero era un joven y enfermizo príncipe (aquejado de hemofilia). Además de la profunda crisis económica, otra explotó en la corte tras la llegada de Rasputín. El sanador que vino a curar al heredero pero, según las malas lenguas, fue más un consuelo para la zarina (enfangando más si cabe la debilitada figura del Zar).
Por su parte, Jorge V, se hallaba pendiente de los clamores de independencia irlandesa, y Francia era gobernada por el presidente Poincarré.
Una sociedad de contrastes
El periodo que precede a la Primera Guerra Mundial ha pasado a la posteridad por el concepto de Belle Époque. Y, aunque París fuera su gran capital, no solo afectó al territorio francés. Fue sin duda una etapa de bonanza en la que predominó la evolución de la Segunda Revolución Industrial y la Paz, más bien armada, que aconteció tras la guerra franco-prusiana.
Era una época de grandes cambios. En el seno de la sociedad germinó toda una serie de nuevos valores en simbiosis con el optimismo hacia la evolución de las ciencias y el progreso ligado a las mismas (positivismo y cientificismo) en el momento en el que las potencias europeas alcanzaron su máxima influencia a nivel mundial. Una verdadera revolución que afectó a todos los campos.
Los boulevards fueron levantados en toda una serie de ciudades. Lugares en los que predominaban los cafés, galerías de arte, cabarets o salones, sobre todo frecuentados por las clases pudientes de las urbes. Una burguesía que tenía cada vez más notoriedad económica y política.
Por su parte, los adelantos permitían la protoglobalización del mundo (cable submarino, ferrocarril o telégrafo). El carbón y vapor fueron reemplazados por la electricidad y el petróleo. A esto se le suma el cine inventado por los hermanos Lumière, la aviación inaugurada por los hermanos Wright, junto a importantes avances en medicina (microbiología, radioactividad, rayos X, etc.) y los inicios de la radio.
Pero una gran brecha existía en esos países, donde un gran número de individuos, obreros, jornaleros y mineros, vivían con míseros salarios, derechos y protecciones laborales casi inexistentes, hacinados en pequeñas viviendas, sin ningún tipo de estabilidad económica y sumidos en la más absoluta miseria. Condiciones que hicieron aumentar la notoriedad de los recién fundados partidos y sindicatos socialistas.
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Apocalipsis, la primera guerra mundial
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Bibliografía
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- FERRO, Marc (2014): “La Gran Guerra: 1914-1918”. Barcelona, Alianza.
- STONE, Normand (2008): “Breve historia de la Primera Guerra Mundial”. Madrid, Ariel.
- CLARKE, Isabelle (2014): “Apocalipsis, la primera guerra mundial”. Francia, CC&C.
- ROGAN, Eugène (2015): “La caída de los otomanos”. Barcelona, Crítica.
- HOBSBAWM, Éric (2011): “Historia del S.XX”. Barcelona, Crítica.
- STEVENSON, David (2013): “1914-18: Historia de la Primera Guerra Mundial”. Barcelona, Debate.