La trata de esclavos en el África Occidental ha sido uno de los negocios más rentables, en el plano económico, de la historia. Y sus brutales números no dejan lugar a la duda.
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El comercio de esclavos globalizó al mundo
Con una duración de cuatro siglos, sus 12 millones de víctimas (seres humanos esclavizados por la fuerza) y los más de 39.000 viajes de barcos mercantes negreros que partieron de las costas africanas hacia las colonizadas Américas, este comercio de humanos fue la base del florecimiento del comercio internacional y el progreso de los países europeos occidentales.
A raíz de la trata se confeccionó el conocido comercio triangular. Una ruta de intercambios que unió a los continentes europeo, africano y americano. A estos habría que sumarle el asiático, ya que la moneda de cambio para la compra de esclavos se realizaba con conchas provenientes del océano Índico. Las conchas caurí.
Desde Europa se enviaban alcohol, armas, pólvora o tejidos varios hacia África. Estas riquezas tenían la finalidad de corromper a las autoridades africanas para que estas les provean de esclavos. Por su parte, los barcos repletos de individuos partían de la costa occidental africana para ser explotados en las minas y plantaciones americanas. Y, finalmente, desde América, las mercancías extraídas en el Nuevo Continente, como los productos exóticos de sus plantaciones o los minerales, hacia Europa.
Un negocio en el que la humanidad brilla por su ausencia
La suerte de los malogrados esclavos no fue una preocupación en ningún momento para los mercaderes y los dueños de las plantaciones y minas. No es ningún secreto afirmar que estos solo fueron movidos por el rédito económico que le podían sacar a la explotación de seres humanos.
Esta ha sido la mayor migración forzosa de la historia de la humanidad. Y, el funesto destino de estas personas, aún eriza la piel en nuestros días. Arrancados por la fuerza de su vida, relegados a la condición de propiedad, llevados salvajemente hacia las Américas y explotados brutalmente por sus nuevos amos, la triste historia de estos individuos enmudece a todos aquellos que la analizan.
Hombres libres transformados en mercancías
Un nuevo e inhumano fenómeno
Los esclavos eran apresados de diferentes maneras por las autoridades africanas. La más común era un ataque total, utilizando las armas europeas para destruir y matar a buena parte del poblado, encarcelando a los supervivientes. Pero también realizaban ataques sorpresivos, tomando por la fuerza a algún habitante que se hallaba separado del resto de sus vecinos. Estos últimos solían ser niños y niñas que se habían alejado de la atenta mirada de sus progenitores por unos minutos.
Asediados en la costa por este nuevo fenómeno, muchos individuos decidieron migrar hacia el centro del continente. Su objetivo era escapar de las feroces garras de sus captores, pero estos les persiguieron en su huida. Este hecho empeoró la situación de los rehenes, puesto que al martirio tenían que sumarles extenuantes marchas de cientos de kilómetros, atados los unos a los otros y a ritmo de latigazos, que separaban sus nuevos asentamientos de su destino, los barcos mercantes con dirección a América. Se estiman decenas de miles de muertes en estos trayectos, o bien por cansancio o bien por deshidratación.
La compra y venta de esclavos
Y, tras el tortuoso camino, los esclavos son vendidos a sus compradores. Antes de la venta se les desnudaba, colocaba en largas hileras e inspeccionaba su condición de salud (mirando sus dientes, tocando sus músculos, etc.). Tras la primera criba, se les estipulaba un precio y se vendían a los negreros. Estos serían los encargados de llevarlos en sus barcos mercantes hacía el Nuevo Mundo.
Antes de partir, solían estar recluidos en las conocidas fábricas, instalaciones carcelarias sin ningún tipo de comodidad y normalmente bien vigiladas por altos muros y un pequeño ejército para impedir posibles fugas. Para ello, muchas veces se utilizaban antiguos fuertes europeos fundados en las costas. Anteriormente tenían la función de proteger los almacenamientos de marfil, oro u otros minerales que las potencias proto-coloniales habían explotado en el territorio africano. Uno de los más conocidos era el fuerte portugués situado en Ghana, Elmina.
En un principio, la trata de esclavos se hallaba monopilizada por el imperio luso, pero con el tiempo la mayoría de las potencias europeas participaron activamente en el mismo (holandeses, españoles, franceses, ingleses, etc.).
El viaje hacia el Nuevo Mundo
Una vez apilados en el barco, destino a América, los esclavos eran atados los unos a los otros con grilletes. A este martirio se le suma la falta de medidas higiénicas (teniendo muchas veces que orinar o defecar los unos sobre los otros), no disponer de apenas comida ni agua (normalmente alimentados con una especie de papilla que les tiraban a las manos) y el ínfimo espacio (se calcula que disponían de media de unos 70 centímetros para poder instalarse).
En estas inhumanas condiciones tenían que sobrevivir una larga travesía de entre 5 a 12 semanas. Se calcula que entre el 15% y el 20% de los esclavos murieron en estas circunstancias.
Y, como es lógico, muchos de ellos decidieron dejarse morir antes de proseguir con su nueva vida. Los que pudieron, saltaron por la borda para ahogarse en la inmensidad del mar. Otros intentaron morir de hambre, aunque a estos últimos se les introducía a la fuerza los alimentos mediante el speculum oris (artilugio parecido al utilizado por los ginecólogos para mantener la vagina abierta).
Por último, no hay que olvidar los latigazos, muchas veces aleatorios con el fin de infundir miedo y disuadir las posibles rebeliones, o las violaciones sistemáticas a las mujeres apresadas.
Llegan a su nuevo hogar, el martirio continuará hasta el final de sus días
Una vez acabada la horrible travesía, los esclavos eran llevados a mercados en América. Allí eran vendidos a sus nuevos amos en una puja a mano alzada. Los individuos más cotizados eran los fornidos y jóvenes africanos, mano de obra necesaria para el brutal trabajo en los grandes latifundios controlados por los colonizadores en el Nuevo Continente o en las minas (con condiciones de trabajo infrahumanas, y con una esperanza de vida casi nula). Las mujeres se compraban a más bajo precio, y sobre todo para el trabajo en los hogares, así como los niños y niñas.
En los mercados eran, muchas veces, desnudados para mostrar bien sus atributos a los futuros compradores. Tras la compra se les solía marcar, con un hierro candente, la marca de sus amos, afianzando así su nuevo estadio de propiedad.
De allí partían hacia sus nuevos hogares, normalmente grandes haciendas agrícolas dónde se explotaba la caña de azúcar u otros productos exóticos. Los amos les bautizaban, cambiando su nombre y otorgándoles una nueva identidad (con el fin de romper con su pasado). A partir de ese momento, los colonos ejercían un control absoluto sobre sus esclavos. Estos tenían un poder total para juzgarles o imponerles las condiciones de vida que creían las adecuadas para sus propiedades. Con el tiempo, y debido a los excesos cometidos en cuanto a trato hacia sus esclavos, el gobierno tomó cartas en el asunto, eliminando los castigos corporales y las amputaciones (recurrentes formas de castigo de los amos).
Algunos instrumentos de castigo utilizados por los esclavistas
«Un esclavo en el trabajo con un marco para la cabeza y una boquilla para evitar que coma, collar, espuelas, etc. con un peso de 56 libras sujeto a su cuerpo para evitar que se fugue»
Detalle del texto
Foto: Londres: Impreso y publicado por John Fairburn, Junior, 4 Fountain-Court, Minories, © Boston Medical Library (aprox. 1800)
Esclavos en Madagascar sometidos a castigos físicos: (izquierda) un niño que lleva un pesado collar de hierro lleva un pesado trozo de madera; (derecha) una mujer con la cabeza en un cangue lleva una cesta.
Foto: Grabado en madera según W. Ellis, 1858. © Public domain
La imagen reza «Modo bárbaro de castigar a un esclavo con la pala.»
Grabado: 1853, Londres. Schomburg Center for Research in Black Culture, © New York Public Library Digital Collections.
Libro recomendado
Doce años de esclavitud
Solomon Northup
«Cuando lo leí por primera vez, me pregunté: «¿Por qué este libro no está en los estantes de todo el mundo?». Para mí, es un clásico. Debería encontrarse en todas las escuelas.»
Steve McQueen, director de la adaptación cinematográfica del libro
Bibliografía
Si te interesa alguno de los libros de nuestra bibliografía, incluimos un enlace en cada uno a su página de amazon.
- REDIKER, Marcus (2021): “Barco de esclavos”. Madrid, Capitán Swing.
- WALVIN, James (2020): “Breve historia de la esclavitud”. Pontevedra, Kalandraka.
- Couto, Erica (27/11/2021): “La trata de esclavos del Atlántico”. Madrid, Revista Muy Historia.
- Redacción National Geographic: “Esclavos, la trata humana a través del Atlántico”. Madrid, Revista National Geographic.
- WALKER, Sheila / COLLINET, Georges (2010): “Rutas de esclavos”. UNESCO (documental).