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Los primeros piratas del Caribe
La historia de la piratería se remonta a los albores de la civilización y el nacimiento del comercio marítimo. Pero era un fenómeno desconocido en América hasta la llegada de los conquistadores españoles. Tras la colonización del continente, las ingentes cantidades de oro y plata que consiguieron, pillando los tesoros aztecas e incas y explotando las minas americanas, fueron fundidos en doblones y escudos. Y estos, transportados en barcos por el Caribe, finalizando su trayecto en España.
Las enormes riquezas que abastecía el territorio americano al imperio hispánico pronto llamaron la atención del resto de potencias europeas. Estos envidiaban la fortuna española pero no querían una confrontación directa con el temible imperio. Ante esa tesitura, decidieron financiar expediciones para hacerse con el codiciado botín.
El primero de esos expedicionarios, y más conocido corsario, fue Francis Drake. Este, financiado por la corona británica, inició las actividades de piratería en el Caribe saqueando puertos y galeones españoles, y trayendo hacia Inglaterra importantes botines.
Su éxito fue tal que sería nombrado Sir, marcando una estela de promoción social y económica que pronto muchos decidieron seguir. Así dio comienzo la era de los Piratas del Caribe.
Isla Tortuga y el inicio de los bucaneros
Cristóbal Colón descubrió esta mítica isla caribeña durante su primer viaje. Se la bautizó Isla Tortuga por su peculiar relieve, siendo elegida como indómito refugio por corsarios, bucaneros y filibusteros.
En un primer momento, la Corona incentivó en la isla la cría de vacuno para así fomentar el comercio del cuero. Pero pronto perdió el control de la misma. Esta fue ocupada por grupos de cazadores franceses e ingleses que iniciaron el cultivo de tabaco y se dedicaron a cazar en el norte de la isla vecina, La Española.
Estos fueron los ultra conocidos bucaneros (término que proviene de la palabra caribeña bucan (ahumar)), que se dedicaron al comercio del cuero, tabaco y ahumado de carne (como método de conservación de alimentos). De este modo rivalizaron con el monopolio español y, poco a poco, la isla se convirtió en un punto de libre comercio. Ante esta situación, la Corona la atacó en varias ocasiones, dejando tras de sí un reguero de víctimas pero ninguna unidad de guarnición en la misma, hecho aprovechado por los bucaneros para volver.
©The New York Public Library
Al ponerles trabas a sus actividades comerciales , los bucaneros mutaron hacia acciones de pillaje y contrabando en el mar. De esta manera se originó la figura de los filibusteros, que engrosaron las filas de los corsarios y piratas renegados, sin dios, patria, ni rey, en el mar del Caribe.
Isla Tortuga, mítico bastión pirata
Al no establecer su poder total, los españoles perdieron el control de la isla cuando, en 1640, un oficial de la armada francesa, Levasseur, fue nombrado gobernador de la misma. Este, para poder mantener su poderío, se alió con los filibusteros y bucaneros, apoyando sus actividades de piratería y prometiéndoles la protección de la casi inexpugnable isla pirata.
Con este objetivo, Levasseur mandó construir una gran fortaleza para proteger la isla de un posible asalto por el sur. Por su parte, el norte se hallaba fuertemente protegido por montañas y bosques. Y, ante la posibilidad de un asedio, prohibió la caza de jabalíes y cabras (preservando así los alimentos en la isla). El suministro de agua estaba cubierto gracias a la existencia de manantiales, que a su vez regaban las materias primas agrícolas, las plantas medicinales y los bosques con los que suplir las necesidades madereras.
Los éxitos económicos de las actividades de piratería y su imponente defensa, que la protegió de varios ataques, llevó a Levasseur a consolidar un emporio comercial de libre mercado en el corazón del monopolio hispánico.
Los filibusteros, corsarios y bucaneros se asociaron para crear la mítica Cofradía de los Hermanos de la Costa, organismo en el que se llevó a cabo la utopía libertaria pirata.
La utopía libertaria pirata
La Cofradía de los Hermanos de la Costa, organización pirata por antonomasia, defendió un posicionamiento político, social y económico claramente revolucionario y con ciertos tintes anarquistas. Aunque esta fue originaria de Isla Tortuga, también extendió sus tentáculos por Jamaica. En un mundo claramente definido por religiones y razas (trata de esclavos africanos), la piratería no discriminaba por ninguno de estos motivos. Tampoco lo haría ni por condición sexual o social, para poder ser miembro y establecer relaciones en la misma.
Por un lado, la propiedad privada había sido prohibida, medrando la propiedad colectiva, buscando así la creación de una economía igualitaria. Los botines de sus expediciones piratas eran repartidos de forma ecuánime a todos los asaltantes. Y, si uno de los hermanos capturaba un barco, este pasaba a ser propiedad de la Cofradía, para así poder ser utilizado por cualquiera de los miembros como navío pirata.
Por otro lado, también imperaban los principios democráticos. Los capitanes eran elegidos por votación, para ejercer como tal en un periodo de tiempo establecido por todos. Cabe destacar que podían ser depuesto, democráticamente, en cualquier momento. Además, si cualquier miembro era herido y perdía algún miembro, se le otorgaba una indemnización por subsidio.
Pero, eso sí, en la isla estaba prohibida la llegada de mujeres blancas. Solo podían cohabitar con los hermanos mujeres negras o americanas, libres o esclavas, pero siempre con una condición de inferioridad frente al hombre. Este hecho responde a la necesidad de no crear lazos afectivos entre ellos y que los conceptos individualistas de las familias no medrasen en su seno. Pero, debido a la paulatina degradación de sus normas, a finales del S.XVII esta organización desaparecería.
La gran gesta pirata y la caída en desgracia de Isla Tortuga
El gran objetivo pirata
Tras imponer un régimen despótico en la isla (aumentando impuestos, creando una cárcel para torturar a sus enemigos políticos, etc.), Levasseur fue asesinado. El poder de la isla cayó bajo el dominio de la Compañía Francesa de las Indias Occidentales, que mantuvieron la política de puertas abiertas a los piratas de Levasseur.
Entre ellos estaba el galés Henry Morgan, uno de los piratas más famosos de la historia. Fue el autor de la mayor gesta pirata de todos los tiempos, el saqueo de la ciudad fortificada Porto Bello en Panamá en 1671. Esta ciudad era considerada la joya de la Corona hispánica. Situada en la costa Pacífica, estaba protegida de las garras corsarias por 30 kilómetros de jungla. Y para tomarla, Morgan tuvo que reunir al más grande ejército pirata jamás reunido, con un total de casi 2.000 soldados y más de 150 navíos.
©The New York Public Library
Un ataque total
Morgan y sus hombres tomaron el río Chagres hasta llegar a los lindes de la inexpugnable jungla, iniciándose así nueve días de penosa marcha a través de la misma. Sin alimento, puesto que los nativos americanos, al verles llegar, quemaban sus aldeas y huían, estos se vieron incluso obligados a comerse sus propios zapatos (hirviendo el cuero de los mismos). Pero, una vez llegados a su destino, la guarnición de la ciudad no pudo frenar el vendaval pirata.
Los piratas se mantuvieron en la ciudad hasta tres semanas, largo tiempo para saquear, violar y torturar a los malogrados ciudadanos. Según los registros de un pirata que participó en la contienda, Exquemellín, a uno de los prisioneros le descoyuntaron los brazos, para después colgarlo por los testículos, cortarle nariz y orejas, quemarle la cara y rematarlo de un lanzazo. Tras la gesta, y el cuantioso botín obtenido, Morgan fue nombrado teniente gobernador de Jamaica, principio del fin de la hegemonía de Isla Tortuga.
©The New York Public Library
Port Royal, el último gran bastión de los piratas del Caribe
Las ideas libertarias piratas fueron cayendo paulatinamente en desuso. Los capitanes ya no eran elegidos democráticamente, sino que se imponía el más fuerte y sanguinario. Se inició así la era del individualismo, que dio nuevas alas a la piratería en el Caribe.
Fue Henry Morgan quien, tras hacerse con el control de Jamaica, atacó a sus antiguos hermanos de La Tortuga e impuso a la mítica Port Royal como la capital del mundo de la piratería. Ciudad protegida por la Corona Británica, imperio decidido a hacerse un hueco en el Caribe español, frente a La Tortuga francesa.
© Library of Congress, Washington, D.C.
Situada en la costa sur de Jamaica, Port Royal se transformó así en la ciudad pirata por antonomasia, en cuyas calles y tabernas se reunían día y noche los bucaneros, filibusteros y corsarios dispuestos a dilapidar las pequeñas fortunas que habían conseguido en sus hazañas de piratería. En su máximo apogeo llegó a tener más de 8.000 ciudadanos.
Pero esta Sodoma y Gomorra contemporánea pasó también por un horroroso apocalipsis, y en 1692 un fuerte terremoto la hundió bajo el mar, muriendo miles de personas y acabando con el principal puerto pirata del Caribe. Los corsarios, faltos de puertos seguros en la zona, decidieron ampliar su ámbito de operaciones pasando del mar Caribe a los siete mares y alguno más. Empezaron a interceptar las rutas asiáticas, obteniendo su codiciadas seda y especias, en el de esclavos y marfil africano, o el del oro americano. Se inició de este modo la Edad Dorada de la piratería. Pero esta es otra historia.
La vida pirata la vida mejor
Como bien nos lo describe John Roberts, “con una ocupación honesta recibes bajos salarios y duro trabajo, en cambio, con esta entretenida actividad, libertad y poder. Una vida corta y feliz sería mi lema”. Este conocido pirata no solo nos legó esta identificadora frase, sino también el Código del Pirata, siendo las más interesantes:
I. Todo hombre tiene voto [y] derecho a provisiones frescas o licores fuertes.
II. El botín se repartirá uno a uno. Si alguien defrauda, el abandono en una isla desierta será su castigo.
V. Mantener la pistola y sable limpios y aptos para el combate.
VI. No se permiten niños, ni mujeres en el barco. Si cualquier hombre es encontrado seduciendo a cualquiera del sexo opuesto, y la llevase al mar disfrazada, sufrirá la muerte.
VII. Abandonar el barco o quedarse encerrado durante una batalla se castigará con la muerte o abandono.
VIII. No se permiten las peleas a bordo. Se pondrá fin en la costa, a espada y pistola.
IX. Ningún hombre puede abandonar esta forma de vida hasta que haya compartido mil libras en el fondo común.
Sabías que…
Cada pirata tenía su propia bandera. Esta es la bandera de John Roberts, o como se le conocía normalmente, Bartholomew Roberts o Black Bart. La bandera muestra un hombre que pisa dos calaveras con las siglas ABH-AMH (A Barbadian´s Head y A Martinican´s Head), como amenaza de muerte a los gobernadores de Barbados y Martinica. La bandera que a todos se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en piratas, pertenecía a Edward England. Calicó Jack, entre otros, usó una variación de la clásica bandera de England, cambiando la tibias por espadas.
La lucha pirata
Sus tácticas de ataque se basaban en acercarse sigilosamente, de noche, en reducido número, y con pequeños botes. Su objetivo, no ser percibidos por los barcos enemigos. En sus escaramuzas utilizaron sobre todo mosquetes con cañones largos, para poder atacar a modo de francotirador y disparar mientras se acercaban a los barcos. De este modo mataban a sus timoneles y rompían las cuerdas que sostienen las velas.
Al llegar al barco, dejaban los mosquetes para tomar armas de corta distancia. Solían ir muy armados, con dos pistolas, dos machetes y alguna que otra granada de mano. Iban vestidos con chaquetas embadurnadas con alquitrán o brea para así amortiguar los ataques enemigos. Su objetivo, inmovilizar rápidamente el buque mercante para poder robar sus riquezas y huir antes de la llegada del ejército español.
Libro recomendado
Piratas de la América
Alexandre O.Exquemelin
El autor, Alexandre O.Exquemelin, fue un pirata francés que sirvió como cirujano de bucaneros en el caribe y que nos narra en este libro su historia y aventuras de primera mano.
Bibliografía
Si te interesa alguno de los libros de nuestra bibliografía, incluimos un enlace en cada uno a su página de amazon.
- LEHR, Peter (2021): “Piratas: una historia de los vikingos hasta hoy”. Barcelona, Crítica.
- EXQUEMELIN, Alexander Olivier (2014): “Piratas de la América, Isla Tortuga”. Sevilla, Renacimiento.
- DEFOE, Daniel (2006): “Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas”. Madrid, Valdemar.
- MIGUENS NARVAIZ, Silvia (2010): “Breve historia de los piratas”. Madrid, Nowtilus.
- GOSSE, Philip (2017): “Historia de la piratería”. Sevilla, Renacimiento.
- MOREAU, Jean-Pierre (2012): “Piratas: filibusteros y pirateria en el Caribe y en los mares del sur (1522-1725)”. Madrid, Machado.